La maternidad -en pleno siglo XXI- hace que tengas que multiplicarte por mil y hacer malabares si no quieres perderte a ti misma y a tu bebé. De eso no hay duda.
Las mujeres no nos cansamos de escuchar esa manida frase que dice «ya verás como todo eso tendrás que dejarlo cuando seas madre«. Es casi la amenaza constante que nos rodea continuamente. Esto hace -incluso- que muchas mujeres se planteen tener o no hijos. Parece que el «mal común» fueran nuestros retoños, en vez de la sociedad en la que vivimos.. y en la que me niego a caer.
Sí, yo elegí ser madre de M.
Pero no por ello elegí dejar de ser Carla.
Soy Carla. La mamá de M.
Y -aunque parezca una obviedad- no lo es. Me lo tengo que recordar los días que me siento una malamadre por ponerme el cojín de lactancia sobre las piernas y la mesa de despacho a darle de mamar a M mientras yo trabajo. Porque los proyectos, el trabajo, el doctorado que tengo entre manos nadie los hará por mí y el tiempo pasa. Y la frase de «es que tuvo un bebé y…» Eso sí, esa sensación de malamadre se me olvida la mañana que me despierto a las 7am con una gran sonrisa a mi lado y unos ojos brillantes que me dicen -sin una sola palabra- «te quiero«. Desaparece también en el sofá, cuando nos miramos mientras él mama… o cuando es la hora del baño, chapoteando sin parar con sus pies. Tantos momentos compartidos… Y es aquí cuando -una vez más- todos nos creemos con derecho a opinar:
«es mejor momentos de calidad«- dicen unos.
«de eso nada, esa es la excusa de los que no dedican tiempo a sus hijos«-dicen otros.
Y yo creo que cada uno de nosotros hace lo mejor que sabe para nuestros bebés dentro de la vida que llevamos.
Así que dejo de teclear por un momento. Mi bebé quiere dormir y no puede. Le gusta hacerlo en mis brazos (a mi también). El mundo se para a nuestro alrededor… Ya no somos Carla y M. Sólo somos mamá-bebé.
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